Es imposible para mi salir de casa sin haber abierto ventanas para dejar la casa ventilada. Necesito respirar aire limpio y renovado de la mañana, esa brisa de aire fresco, aunque sea en invierno, para que salga la concentración de energía yin de las habitaciones. Y siempre, antes de hacer las camas, para eliminar la humedad que produce la generación de ácaros, bacterias y hongos... en las sábanas (recomendable cambiarlas cada semana).

En verano, las dejo todo el día abiertas y en invierno no es necesario mucho tiempo, sólo recorro las habitaciones para abrirlas y hago el mismo recorrido para cerrarlas. Incluso cuando llueve, esos días me gusta más aún. Dejar entrar ese“olor a lluvia” me apasiona.

La lluvia tiene el poder de oxigenar y purificar el aire con las partículas de ozono que entran. El agua es un elemento purificador, arrastra todo lo malo.

Yo soy muy sensible a los iones negativos de la lluvia y noto cuando va a llover porque la emoción me cambia... me siento más relajada e introspectiva. Estos iones negativos son llamados “iones de la felicidad”, descargan y reflejan la atmósfera generando sensación de relax. Sin embargo, los que padecen migraña, saben que llueve porque son más sentibles a los iones positivos que producen dolores de cabeza y no se les pasa hasta que comienza a llover, que es cuando se produce la liberación de los negativos.

Los iones de la felicidad, están presentes en las olas del mar o en las cascadas, al chocar contra sí misma se divide la partícula y por eso notamos esa sensación de paz al respirarlas. Lo mismo ocurre en los balnearios o simplemente, en la ducha.

¿Ahora entiendes el refrán? Tal vez seas de los míos y tengas esta manía “tan saludable” pero ahora ya sabes la razón científica. Y si no la tienes... Ale, ¡Ventilando!

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